Control del "alma irascible y
concupiscible" mediante la herramienta de la aceptación y reconocimiento
de la emoción positiva o negativa, y sensación en el momento. Con racionalidad.
Llegar al equilibrio, al cosmos,a lo bueno, a lo bello..que nos hace vivir
el momento. Todo tiene una relación, una reminiscencia de lo conocido por la
base mayéutica de la escucha de las reflexiones y lectura de los pensamientos
de los filósofos clásicos a la actual psicología o conocimiento de la
mente.
COMPRENDIENDO LA EVITACIÓN EXPERIENCIAL
La evitación experiencial consiste en tratar de evitar tus propias experiencias internas (pensamientos, sentimientos, recuerdos, sensaciones corporales…) incluso aunque el hecho de hacerlo te acabe causando problemas.
Se trata de experiencias que, en principio, resultan dolorosas o perturbadoras, pero cuya evitación, aunque te aporte alivio a corto plazo, te acaba perjudicando a largo plazo. Por ejemplo, la persona que evita ir a una fiesta a la que desearía ir, debido al malestar que le produce su ansiedad social; o bien, la persona que evita hacer ejercicio porque le resulta pesado y frustrante. En realidad, lo que está evitando no es hacer ejercicio, sino el sentimiento de frustración que eso le produce. Y la persona con ansiedad social que no acude a esa fiesta no lo hace para evitar la fiesta en sí misma, sino que es la experiencia de sentir ansiedad la que desea evitar.
La evitación experiencial se produce cuando las personas se plantean como objetivo sentirse bien y evitar todo malestar. La persona evita conectarse cognitiva, afectiva o conductualmente con la experiencia que le genera estrés o ansiedad subyaciendo la lógica infantil de que “lo que no se ve, no existe”. Dicha evitación ocasionalmente impide un incremento puntual de la ansiedad pero contribuye a mediano y largo plazo a su sostenimiento y perpetuación al impedir la habituación y el aprendizaje. Se desarrolla una adaptación a la cronicidad del estrés que incluye la desatención a las señales del cuerpo, a los estresores internos o externos, y a las consecuencias tóxicas de ese modo de vida.
Es clave darse cuenta que el mecanismo de evitación provoca lo contrario de lo que buscamos. Particularmente cuando se toman drogas, alcohol o medicamentos para evitar la ansiedad y cuando queremos cambiar lo que no puede ser cambiado: el dolor ante la muerte, la enfermedad, la vejez, etc.
El problema es que las reglas que usamos para el mundo exterior no funcionan en nuestro mundo interior. En el mundo exterior, querer librarnos de aquello que nos molesta parece una buena idea y a menudo funciona. Por ejemplo, si tienes la ropa manchada te la quitas y te pones otra limpia. Pero en el interior de tu mente las cosas funciona al revés, rigiéndose por una norma parecida a esta: si no estás dispuesto a tener algo, entonces lo vas a tener. Es decir, si no estás dispuesto a sentir ansiedad, entonces la vas a sentir, y además con más intensidad. Si no estás dispuesto a sentir frustración, entonces te vas a sentir aún más frustrado. Y lo mismo podemos decir del resto de experiencias internas negativas. Esto es así porque, por el modo como funciona la mente humana, cada vez que intentas evitar, eliminar o suprimir una experiencia interna, el mismo intento de librarte de ella hace que dicha experiencia crezca, aumentando en intensidad y frecuencia.
Se trata de experiencias que, en principio, resultan dolorosas o perturbadoras, pero cuya evitación, aunque te aporte alivio a corto plazo, te acaba perjudicando a largo plazo. Por ejemplo, la persona que evita ir a una fiesta a la que desearía ir, debido al malestar que le produce su ansiedad social; o bien, la persona que evita hacer ejercicio porque le resulta pesado y frustrante. En realidad, lo que está evitando no es hacer ejercicio, sino el sentimiento de frustración que eso le produce. Y la persona con ansiedad social que no acude a esa fiesta no lo hace para evitar la fiesta en sí misma, sino que es la experiencia de sentir ansiedad la que desea evitar.
La evitación experiencial se produce cuando las personas se plantean como objetivo sentirse bien y evitar todo malestar. La persona evita conectarse cognitiva, afectiva o conductualmente con la experiencia que le genera estrés o ansiedad subyaciendo la lógica infantil de que “lo que no se ve, no existe”. Dicha evitación ocasionalmente impide un incremento puntual de la ansiedad pero contribuye a mediano y largo plazo a su sostenimiento y perpetuación al impedir la habituación y el aprendizaje. Se desarrolla una adaptación a la cronicidad del estrés que incluye la desatención a las señales del cuerpo, a los estresores internos o externos, y a las consecuencias tóxicas de ese modo de vida.
Es clave darse cuenta que el mecanismo de evitación provoca lo contrario de lo que buscamos. Particularmente cuando se toman drogas, alcohol o medicamentos para evitar la ansiedad y cuando queremos cambiar lo que no puede ser cambiado: el dolor ante la muerte, la enfermedad, la vejez, etc.
El problema es que las reglas que usamos para el mundo exterior no funcionan en nuestro mundo interior. En el mundo exterior, querer librarnos de aquello que nos molesta parece una buena idea y a menudo funciona. Por ejemplo, si tienes la ropa manchada te la quitas y te pones otra limpia. Pero en el interior de tu mente las cosas funciona al revés, rigiéndose por una norma parecida a esta: si no estás dispuesto a tener algo, entonces lo vas a tener. Es decir, si no estás dispuesto a sentir ansiedad, entonces la vas a sentir, y además con más intensidad. Si no estás dispuesto a sentir frustración, entonces te vas a sentir aún más frustrado. Y lo mismo podemos decir del resto de experiencias internas negativas. Esto es así porque, por el modo como funciona la mente humana, cada vez que intentas evitar, eliminar o suprimir una experiencia interna, el mismo intento de librarte de ella hace que dicha experiencia crezca, aumentando en intensidad y frecuencia.
El querer escapar de estas situaciones, esforzándose para suprimirlas, desafortunadamente produce que estas se hagan más insidiosas y nos conduzcan a tomar medicamentos sin necesidad, abusar de substancias, deprimirnos, quedarnos atascados con traumas del pasado o con miedo al futuro.
Esto hace que, con el tiempo, la vida de una persona se vaya "encogiendo" cada vez más, ya que las situaciones que se evitan son cada vez numerosas, y los pensamientos, recuerdos o emociones que tratan de evitarse se hacen cada vez más abrumadores e insoportables. Es decir, cuanto más luchas contra ellos, más crecen. Con el tiempo, la capacidad para estar en el momento presente y disfrutar la vida se va desvaneciendo, porque tu vida se centra en evitar lo malo, en vez de salir en busca de lo bueno.
La mayoría de las personas no logran superar sus problemas emocionales porque las estrategias que están utilizando para intentar hacerlo consisten en modos de tratar de evitar sus experiencias. Es decir, buscan desesperadamente la manera de tratar de evitar sentir lo que sienten y de evitar pensar lo que piensan o recordar lo que recuerdan.
Si suena el despertador por la mañana y tu mente se llena de pensamientos y emociones desagradables sobre el horrible día que te espera, las pocas ganas que tienes, o lo desgraciada que es tu vida y no estás dispuesto a experimentar y sentir esas emociones y pensamientos, entonces te deprimirás aún más, no te levantarás de la cama y nada cambiará.
Qué puedes hacer
La observación atenta y sin juzgar de los estresores y de las sensaciones de ansiedad sin intentos de escapar o rechazarlas va generando una desensibilización a dicha ansiedad que logra una disminución de los mecanismos evitativos que subyacen al fenómeno ansioso. El registro atento y con aceptación de Emociones/Sensaciones Físicas y Pensamientos genera un espacio para percibir los patrones de percepción, afectivos y de la conducta permitiendo a la persona pasar de la reacción automática a la respuesta elegida.
Lo contrario de la evitación experiencial es la aceptación. Es decir, el estar dispuesto a notar, a contactar, a sentir y pensar lo que traigan, en cada momento, las circunstancias actuales según la historia personal. Es estar dispuesto a aceptar las sensaciones y pensamientos problemáticos siempre y cuando hacerlo esté en relación con cosas valiosas para la persona.
Con tus experiencias internas solo puedes hacer una cosa: aceptarlas, sentirlas, experimentarlas. El primer paso para hacer esto consiste en ponerle nombre, porque eso te ayuda a ser consciente de lo que está pasando dentro de ti. Por ejemplo, cuando te das cuenta de que estás recordando algo que te ha
sucedido y te ha hecho sentir muy mal, pones nombre a la emoción o emociones que estás sintiendo (vergüenza, miedo, tristeza…) o haces una pequeña descripción de tus pensamientos (por ejemplo, "estoy teniendo pensamientos de desprecio hacia esta persona"). De este modo, estás aceptando lo que sucede dentro de ti, en vez de tratar de evitarlo a toda costa, como si pudieras hacer que se desvanezca. Cuando luchas contra tu experiencia interna la alimentas y la intensificas, pero cuando la aceptas le quitas fuerza.
METAFORA DE LOS COPOS DE NIEVE
Por ejemplo, imagina que está nevando y que esos copos de nieve representan tu propia experiencia interna (sentimientos, pensamientos, etc.). Cuando ves caer los copos de nieve empiezas a luchar contra ellos, tratando de golpearlos con fuerza para evitar que te toquen, pero cuanto más luchas contra ellos, más te agotas y, demás, tu lucha no impide que sigan cayendo, sino que en realidad nieva cada vez con más intensidad. Entonces, decides cambiar de estrategia y te propones aceptar los copos de nieve, dejas de luchar contra ellos, te quedas inmóvil bajo la nieve y sientes cómo los copos caen lentamente sobre ti. En ese momento te das cuenta de que apenas los notas, de que puedes soportarlos, puedes seguir caminando a pesar de ellos, e incluso puedes llegar a tu destino a pesar de la nieve cayendo sobre ti.
Con tu experiencia interna has de hacer lo mismo que con los copos de nieve: obsérvala, sé consciente de lo que sientes, ponle nombre y deja que caiga sobre ti y, como los copos de nieve, se desvanezca al tocarte.
Si bien la metáfora de los copos de nieve aplica muy bien en una meditación sentada, la metáfora del pantano aplica en un contexto más amplio:
LA METAFORA DEL PANTANO.
Imagina que empiezas un viaje hacia una hermosa montaña, que puedes divisar claramente a lo lejos. Pero casi de inmediato te percatas que tiene frente a sí un enorme pantano. Y entonces piensas : “No sabía que tendría que atravesar este pantano. Es apestoso y el lodo se pega en mis zapatos. No puedo sacar mis pies del fango. Estoy mojado y me siento cansado. ¿Porqué nadie me dijo que había este pantano?”.
En esta situación puedes elegir entre abandonar el viaje o entrar en el pantano. Así es la terapia. . . ¡Así es la vida!
Vamos a través del pantano, no porque queramos enlodarnos, sino porque es lo que se atraviesa entre nosotros y ahí donde queremos llegar.
Por ejemplo, imagina que está nevando y que esos copos de nieve representan tu propia experiencia interna (sentimientos, pensamientos, etc.). Cuando ves caer los copos de nieve empiezas a luchar contra ellos, tratando de golpearlos con fuerza para evitar que te toquen, pero cuanto más luchas contra ellos, más te agotas y, demás, tu lucha no impide que sigan cayendo, sino que en realidad nieva cada vez con más intensidad. Entonces, decides cambiar de estrategia y te propones aceptar los copos de nieve, dejas de luchar contra ellos, te quedas inmóvil bajo la nieve y sientes cómo los copos caen lentamente sobre ti. En ese momento te das cuenta de que apenas los notas, de que puedes soportarlos, puedes seguir caminando a pesar de ellos, e incluso puedes llegar a tu destino a pesar de la nieve cayendo sobre ti.
Con tu experiencia interna has de hacer lo mismo que con los copos de nieve: obsérvala, sé consciente de lo que sientes, ponle nombre y deja que caiga sobre ti y, como los copos de nieve, se desvanezca al tocarte.
Si bien la metáfora de los copos de nieve aplica muy bien en una meditación sentada, la metáfora del pantano aplica en un contexto más amplio:
LA METAFORA DEL PANTANO.
Imagina que empiezas un viaje hacia una hermosa montaña, que puedes divisar claramente a lo lejos. Pero casi de inmediato te percatas que tiene frente a sí un enorme pantano. Y entonces piensas : “No sabía que tendría que atravesar este pantano. Es apestoso y el lodo se pega en mis zapatos. No puedo sacar mis pies del fango. Estoy mojado y me siento cansado. ¿Porqué nadie me dijo que había este pantano?”.
En esta situación puedes elegir entre abandonar el viaje o entrar en el pantano. Así es la terapia. . . ¡Así es la vida!
Vamos a través del pantano, no porque queramos enlodarnos, sino porque es lo que se atraviesa entre nosotros y ahí donde queremos llegar.