Hasta siempre
Como todos aquellos que se criaron con el transbordador, me resulta difícil no sentir tristeza al echar la vista atrás y comprobar cuántas esperanzas se han quedado por el camino en estos treinta años. Desgraciadamente, el espacio queda hoy más lejos que el 12 de abril de 1981, cuando el Columbia despegó desafiante por primera vez dispuesto a reescribir los libros de historia. Eran otros tiempos, cuando soñábamos con explorar el Sistema Solar y todo parecía posible. Pero esos sueños se desvanecieron y ya nadie parece creer en ellos.
Pese a todos sus defectos, el transbordador espacial era una maravillosa máquina que representaba lo mejor del ingenio humano. También era el sistema de lanzamiento más potente en servicio, con una tecnología que podía usarse en la construcción de un cohete pesado capaz de llevar a cabo misiones tripuladas a la Luna o a Marte. Hoy, el transbordador será historia y la NASA se quedará oficialmente sin un vehículo propio que pueda transportar seres humanos al espacio. Quizás dentro de unos años nos parezca imposible que la humanidad haya creado estas máquinas y nos preguntemos cómo llegamos a lanzar naves tan complejas al espacio.
Creemos que la tecnología es una especie de derecho divino, que está ahí para servirnos durante toda la eternidad y que una vez adquirida no la podemos perder. Pero la historia está repleta de ejemplos de lo contrario. Durante el periodo helenístico fuimos capaces de construir complejas calculadoras celestes analógicas. Y sin embargo todo ese conocimiento fue borrado de la faz de la Tierra como si nunca hubiese existido. Tuvimos que volver a adquirirlo muy lentamente, pedacito a pedacito...y tardamos 1500 años en hacerlo.
Al retirar el transbordador sin tener un sustituto preparado, nuestra especie se ha acurrucado un poquito más en su pequeño y confortable cubículo planetario. Una lástima, porque el día en el que decidamos que no vale la pena aventurarse más allá de nuestro pequeño rincón del cosmos, ese día dejaremos de soñar. Hoy, las estrellas están un poco más lejos que ayer.
Disturb us, Lord, when
We are too well pleased with ourselves,
When our dreams have come true
Because we have dreamed too little,
When we arrived safely
Because we sailed too close to the shore.
Disturb us, Lord, when
With the abundance of things we possess
We have lost our thirst
For the waters of life;
Having fallen in love with life,
We have ceased to dream of eternity
And in our efforts to build a new earth,
We have allowed our vision
Of the new Heaven to dim.
Disturb us, Lord,
to dare more boldly,
To venture on wider seas
Where storms will show your mastery;
Where losing sight of land,
We shall find the stars.
We ask You to push back
The horizons of our hopes;
And to push into the future
In strength, courage, hope, and love.
Francis Drake, 1577.
Hasta siempre, transbordador.
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