domingo, 10 de febrero de 2013


Los muertos del Everest ( fotos duras, pero es lo que se encuentran los alpinistas al pasar obligatoriamente por allí ).

 

 En lo alto del monte Everest yacen cerca de doscientos cuerpos sin vida que fueron tragados por la montaña. Las gélidas temperaturas han permitido que sus cuerpos se mantengan en perfecto estado aún años después de haber fallecido (algunos tras más de 50 años), por lo que algunos de los cuerpos han sido bautizados con nombres que hacen referencia a su estado, y sirven incluso como puntos de referencia para los alpinistas.

 

 La conocida como "zona de la muerte" se encuentra a casi 7.900 metros de altura, donde se producen la mayoría de muertes por falta de oxígeno, desorientación y congelación inmediata.

La zona de la muerte fue definida por el médico suizo Edouard Wyss-Dunant en 1953 como la zona por encima de los 7.500 metros en la cual el hombre ya no puede aclimatarse: Aquí, sólo es posible adaptarse durante un cierto tiempo limitado, ya que no se compensa del todo el gasto de energía durante el tiempo de reposo.

 

A esas alturas, la presión atmosférica es alrededor de un tercio de la presión a nivel del mar y, por lo tanto, la cantidad de oxígeno respirable es un tercio de lo habitual. Ésto impide al sistema respiratorio encontrar el oxígeno necesario para respirar, pudiendo generar soroche, puna o mal de altura e incluso provocar un edema cerebral y pulmonar, siempre y cuando la persona no esté bien aclimatada.

Todos los sistemas del cuerpo, como el digestivo, funcionan de forma incorrecta al trabajar con mayor lentitud, esto genera un mayor consumo de energía metabólica comparada con lo gastado a nivel del mar. Un escalador debe respirar al menos 15 veces para poder dar un solo paso, pudiendo llegar a consumir entre 12.000 y 15.000 calorías el día que alcanza la cumbre (10 veces más que un día normal).

Por otra parte, la temperatura puede descender a niveles muy bajos, provocando la congelación de cualquier parte del cuerpo expuesta mínimamente al frío. Con una temperatura tan baja, la nieve está totalmente helada y es muy resbaladiza, aumentando el riesgo de deslizamientos y caídas. Además, la alta velocidad del viento es de 135 km/h, lo que aumenta también el riesgo para los montañistas.

Estas condiciones tan extremas provocan todos los años multitud de accidentes que acaban en tragedia, y como los montañistas se encuentran en lugares prácticamente inaccesibles, sus cuerpos congelados permanecen intactos en el lugar donde tuvieron el accidente.

A continuación podéis ver unos cuantos ejemplos del panorama que os podéis encontrar en la zona de la muerte del Monte Everest, un paraje que -sin duda- tiene cierto encanto.

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